A las 22:17 horas comenzó el espectáculo en el Teatro Romano de Mérida. Raphael apareció sobre el escenario, marcando el inicio de una noche muy esperada por el público. Vestido con su característico atuendo negro, el artista se presentó con la sobriedad y serenidad que lo distinguen, demostrando una vez más su conexión especial con este emblemático espacio.
Un público entregado celebró su regreso con entusiasmo. Habían pasado 180 días desde que sufrió un problema médico, finalmente diagnosticado como un linfoma cerebral y Raphael protagonizaba así la reaparición más esperada de la escena musical española.
Y lo hizo a lo grande, recibido en pie por una ovación a la altura de la importancia del momento.
Más Raphael que nunca
El concierto se enmarcó en la X edición del STONE&MUSIC Festival y sirvió como estreno de su nueva gira, Raphaelísimo. El título del tour no engañaba: el público vivió una noche dedicada por completo a uno de los grandes ídolos de la música internacional. Más Raphael que nunca, interpretando los grandes himnos de su carrera, ya parte de la memoria colectiva de varias generaciones y también temas de su último disco, Ayer… aún.
El recital arrancó con La noche y Yo sigo siendo aquel, dejando claro desde el inicio que sigue en plena forma, con una voz imponente que desafía al tiempo. El público, llegado de distintos países, coreó clásicos como Mi gran noche, Digan lo que digan, Gracias a la vida y Estar enamorado, demostrando su enorme cariño por el artista.
De su nuevo trabajo, dedicado a la música francesa, interpretó versiones de La vie en rose, Je ne regrette rien, Hymne à l’amour y Padam, Padam, que fueron recibidas con calidez y emoción.
Un cierre a la altura en el mejor escenario posible
Raphael volvió pronto a los clásicos para poner de nuevo al público en pie y cerró el concierto por todo lo alto con Qué sabe nadie, Yo soy aquel, Escándalo y Como yo te amo. Todo ello ante un público entregado, consciente de estar viviendo una noche única con un artista que nunca decepciona.
Dos horas después, el concierto terminó como empezó: con el público en pie, el artista visiblemente emocionado y la sensación compartida de haber presenciado algo irrepetible.
Raphael regresó a lo grande y lo hizo, sin duda, en el mejor escenario posible.

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