Los árabes introdujeron hace miles de años las ovejas merinas en la Península Ibérica. Por los campos del Alentejo han pastado durante siglos esta raza famosa por la calidad de su lana. Así ocurrió en la comarca de Monsaraz, donde comenzaron a fabricarse las primeras mantas para los pastores y tejidos para protegerlos de las inclemencias del tiempo. La lana blanca se reservaba a la exportación, mientras que la negra o la marrón, considerada inferior, era utilizada para sus ropajes. Paulatinamente comenzaron a elaborarse una serie de productos con patrones más complejos que han terminado por ser todo un icono de la comarca.
Una tradición y un trabajo que se mantiene gracias a telares como el de Eileen y a un centenar de artesanos que trabajan en la fabricación de estas piezas