Juan Corrales perdió su trabajo en 2011. Tenía 53 años y fue uno de los golpes más duros de su vida. Sin embargo, siempre tuvo claro que no iba a rendirse. Un año después abrió, junto a su mujer y tres hijos una pequeña tienda de golosinas y regalos en la barriada pacense de San Fernando. La prueba salió bien y en poco tiempo se mudaron a un local más grande en el mismo barrio y después también en San Roque. Hoy Dolce Capriccio sigue creciendo con la venta al por mayor y cuatro trabajadores fijos además de Juan y sus hijos. Son una familia unida en lo personal y lo laboral aunque reconoce que el camino no siempre es dulce. Le queda la espinita de no haber emprendido antes y ahora, que compagina la jubilación con el trabajo en el negocio, anima a emprender siempre y cuando se tengan ideas novedosas.
