El miedo no siempre muerde. A veces, solo avisa. Pero hay noches en las que el anuncio se convierte en un escalofrío imposible de ignorar. En los cruces de caminos de Extremadura, aún se susurra la leyenda de La Santa Compaña, una de las procesiones de ánimas más conocidas de España, que también vaga por nuestros pueblos en la oscuridad más absoluta.
Aparecen al caer la noche, presagiando una futura muerte, y envueltas en un halo de misterio y dolor. Huelen a cera y ceniza, y en ocasiones, cargan un ataúd que nadie se atreve a tocar. Al frente de la comitiva va un mortal, un hombre o mujer atrapado entre la vida y la muerte, que no recuerda nada de lo sucedido durante la noche, y cuyo cuerpo se reconoce solo por su extrema delgadez y la luz que se desvanece poco a poco mientras avanza.
En Las Hurdes se la conoce como la procesión, recordando a los vivos que la muerte puede estar más cerca de lo que parece. Su aparición se interpreta como un aviso, una señal de que algo no está en equilibrio, o que una alma necesita ayuda para encontrar descanso.