La aventura de cazar con arco arranca en la Sierra del Cabildo, avanzando en un silencio casi ritual mientras pedalean y dejan atrás cualquier señal del mundo cotidiano. A cada metro recorrido, el monte se vuelve más denso y vivo, un territorio donde los animales perciben presencias antes de identificar formas y reaccionan antes de mostrar confianza. En esta salida, ya no actúan como simples cazadores, sino como dos exploradores que se integran con el pulso del terreno y el movimiento constante de sus bicicletas.
El rececho comienza como una coreografía antigua, un equilibrio entre discreción, precisión y respeto por lo salvaje, siempre bajo la mirada alerta de las reses que vigilan cada detalle. Los dos aventureros buscan aportar su propio carácter a esta forma de caza, intentando dejar una impronta que hable de dedicación y experiencia. Cada avance, cada pausa y cada decisión están guiados por la intención de perfeccionar esta práctica y de representar con orgullo el sello de calidad que distingue a Cazadores de Lances.
Aun así, desplazarse con cuidado no es suficiente: para tener opciones reales es necesario observar sin delatarse. En un coto donde las reses viven relajadas pero atentas, resulta complicado sorprenderlas, pues dominan cada rincón de su territorio. Precisamente allí, donde cualquier error se paga con la huida inmediata, la paciencia y la capacidad de convertirse en parte del paisaje se convierten en aliadas indispensables.