9 Octubre 2021, 15:06
Actualizado 9 Octubre 2021, 19:34

Están siendo semanas muy duras para los habitantes de la Palma y entre ellos los extremeños que residen allí. Algunos han tenido que abandonar sus hogares ante el peligro de la lava. Viven en una incertidumbre que esperan que pronto termine.

Elena Herrera tuvo que dejar su casa cuando comenzó la erupción. En este tiempo ha podido ir en varias ocasiones a la vivienda y "prácticamente hemos sacado casi todos los muebles, todo lo que era de valor, incluso las puertas que estaban recién puestas. Está la casa desvalijada totalmente".

"Jamás imaginé que iba a vivir esto en Canarias, es un auténtico infierno"

Hoy la lava se encuentra a 40 metros de su casa, el miedo a perderla aumenta. "Llevo diez años en Canarias", cuenta Elena, "lo de que eran islas volcánicas para mí era como una leyenda, jamás imaginé que iba a vivir esto en Canarias, es un auténtico infierno y es imposible acostumbrarse"

"Es como el Síndrome de Estocolmo, que terminas enamorándote del ruido del volcán"

El ruido atronador del volcán es continuo y a pesar de que todos desean que pare cuanto antes, otra extremeña, Eva Muñoz, vive la paradoja de no poder dormir ya sin él. "Me ha llegado a pasar de tener que abrir la ventana a media noche porque no lo escuchaba", asegura Eva, que añade que "es como el Síndrome de Estocolmo, que terminas enamorándote del ruido del volcán".

La sensación para Elena es similar porque ya le han cogido miedo a que el volcán pare porque, añade Elena que "cuando para, incluso ha habido un día que ha dado más respiro, te da como más miedo porque luego vuelve con más fuerza".

"No se estabilizan las cosas porque el volcán va a su rollo"

El miedo y la incertidumbre es constante porque afirma Eva que "no se estabilizan las cosas porque el volcán va a su rollo, o sea nadie sabe por dónde va a salir, cómo va a actuar, lo que va después, o sea, aquí se va al día.

En ese día a día aseguran que viven una extraña mezcla de destrucción, por las consecuencias del volcán, y belleza, por el espectáculo natural que supone la erupción.