La cuenta atrás para la central nuclear de Almaraz ya se ha puesto en marcha y de momento, todas las miradas se ponen en el Consejo de Seguridad Nuclear. Su informe es clave para prorrogar la actividad en la central extremeña aunque la última palabra la tiene el Ministerio. Nosotros hemos entrado en Almaraz para ver cómo funciona la planta y conocer sus medida de seguridad.
Por eso, lo primero es pasar por minuciosos controles de seguridad y estar perfectamente equipados con botas, chaquetas y gafas para poder acceder a esta instalación. Una planta que produce el 7% de la energía que se aporta a todo el sistema eléctrico español.
Sala de turbinas
Uno de los enclaves estratégicos de la central es este edificio rectangular, la Sala de Turbinas, que contiene dos grupos de turbinas (uno por cada reactor) que con las encargadas de convertir la energía de vapor en energía mecánica para generar electricidad. Para que se hagan una idea con la energía que se produce aquí se iluminan cuatro millones de hogares.
"Energía estable y libre de emisiones"
Pero no sólo es la cantidad, explica la jefa técnica de operaciones, Patricia Rubio, sino también la calidad. "La energía nuclear es una energía síncrona, que aporta estabilidad a la red eléctrica y garantía de suministro. Y produce energía de manera continua, estable y libre de emisiones".
Zona controlada
Otro lugar clave es la zona controlada, a la que no podemos acceder por seguridad, y que contiene la piscina que alberga el combustible irradiado de los reactores. Aquí permanecerá hasta que se decida sacar y almacenar en seco en el ATI, el almacén temporal individualizado.
Todo en medio de fuertes protocolos de seguridad.
Sala de control
Siguiente parada, el cerebro de la central, la Sala de Control, desde la que se monitorizan los reactores y se vigila absolutamente todo. Realmente visitamos una sala gemela, que es una réplica exacta que funciona como simulador en el que entrenan durante tres años los operarios que trabajan aquí, que tienen una alta cualificación.
Según señala Alberto Navas, que es supervisor de Sala de la Unidad I, los trabajadores pasan pruebas periódicas "hasta que es el Consejo de Seguridad Nuclear el que examina y otorga la licencia para poder operar".
Aquí nada se deja a la improvisación. Hasta el color de la sala, un tono verde claro, se ha elegido con la intención de crear un ambiente relajado.
"Siempre se trabaja de forma pausada y con calma"
Y es que, como indica Navas, "todo lo que se hace tiene que ser de forma pausada, reflexionando antes de actuar ante cualquier equipo. Y este color aporta estas características".
Y es que la seguridad es la máxima y constante prioridad de esta instalación eléctrica. Una planta cuyo cierre dentro de dos años sigue encima de la mesa, a pesar de que las propietarias ya han solicitado su prórroga al Gobierno. Y una central de la que dependen 4.000 empleos directos e indirectos que están en juego.