La temporada de recogida de aceituna acaba de empezar, pero los robos ya han hecho acto de presencia en el campo extremeño. En una finca de Arroyo de San Serván, los propietarios han denunciado el primer gran golpe de la campaña: entre 4.000 y 5.000 kilos de aceituna fueron sustraídos durante la pasada noche, cuando el fruto aún está verde y no apto para la recolección.
Los robos en esta época son habituales y siguen un patrón que los agricultores conocen bien. Diego González, portavoz de la Cooperativa Nuestra Señora de Perales, explica que se organizan en grupos numerosos y actúan con rapidez: "Se juntan un grupito grande, pegan un golpe rápido y suelen no dejar mucho rastro. Llegan con vehículos, sacan sus varas, sus herramientas para no hacer mucho ruido, a veces usan la noche".
Pero el daño va más allá de lo robado, ya que la aceituna que han dejado en el árbol está golpeada, dañada, y ya no sirve para la producción. Además, suelen romper muchas ramas durante el proceso, por lo que lo más probable es que no den fruto en la próxima campaña.
Las administraciones toman medidas, pero no es suficiente
Desde las instituciones se están tomando medidas para frenar esta lacra que afecta al sector agrícola año tras año. José Luis Quintana, delegado del Gobierno, señala "que el año pasado hubo menos robos que el anterior y que creo que estaba funcionando perfectamente en coordinación con el equipo ROCA".
También la Consejería de Agricultura ha anunciado nuevas exigencias para controlar el transporte de aceituna. Mercedes Morán recuerda que "hemos hecho un decreto hemos reforzado la documentación que tienen que presentar aquellos que lleven aceituna en este caso".
Sin embargo, desde el campo reclaman más contundencia. Diego González insiste en que las medidas actuales no son suficientes y apuesta por castigos ejemplarizantes para disuadir a los ladrones. "Yo les exigiría a ellos un poquito más de refuerzo en la vigilancia y un castigo más ejemplar para que para que disuadir esas ganas de robar", concluye.
La desesperación entre los agricultores es palpable. El robo de aceituna no solo representa una pérdida económica directa, sino también un golpe emocional para quienes trabajan la tierra con esfuerzo y dedicación. La sensación de vulnerabilidad se repite campaña tras campaña, y el campo pide soluciones urgentes y eficaces para proteger su trabajo.