Resulta difícil entender la última década del carnaval de Mérida sin la figura de Javier Aláez, ‘Yuyi’. Hijo del fallecido Gabriel Aláez, integrante de los míticos Cazurros Romanos, fue el primero que hizo una agrupación infantil: 'Los cazurrinos', formado por los hijos de los propios integrantes. Ahí empezó Javier su idilio con el carnaval romano y, por ende, con el carnaval en general. Ya de pequeño, Javier daba pistas de su divertida personalidad. El niño fue creciendo y, paralelamente, su verdadera pasión: la música. Ingresó en el conservatorio del liceo. Hizo piano y solfeo, e incluso coqueteó con el acordeón, pero no con la guitarra, la cual la aprendió a tocar en casa con su padre. Hasta tuvo un grupo de música juvenil, ‘Rayando el alba’. Entre una y otra travesura en el colegio, dio paso al Yuyi responsable, aplicado, que hizo de la música su compañera, formándose en magisterio en Cáceres. La trayectoria carnavalera de Javier Aláez va de la mano con el ascenso del propio carnaval romano. Impulsor y defensor de esta fiesta, lleva décadas regalando su arte y su talento en febrero. En chirigota, ha pasado por ‘Los escozíos’ y los míticos 'pilinguis', además de ‘Los bichos’ o el Coro de Mérida.

Conviértete en testigo de un momento muy especial, los primeros minutos de vida de estos animales en los que apenas son capaces de ponerse en pie y son ayudados por sus mamás. En la finca de Ricardo de Cáceres están naciendo diariamente entre 30 y 40 borreguitos al día, que serán los que en un futuro ofrezcan la leche con la que se hace los ricos quesos del Castúo.

El Manolo es un célebre malhechor de la localidad que al final de su vida legó sus bienes al pueblo para que le perdonasen las fechorías realizadas. Está representado por un muñeco de cartón y trapo de tamaño natural. En torno a él se desarrollan los distintos acontecimientos de la fiesta: boda, bautizo del hijo, encarcelamiento, juicio, condena a muerte, ejecución y entierro. El domingo de carnaval, a media mañana, el cortejo compuesto por grupos de mozos y mozas ataviados con sus trajes típicos van a recoger al Manolo. La comitiva se dirige al encuentro de la novia, embarazada. Las calles se llenan de gente que acuden a acompañar a los mozos y mozas. El casamiento tiene lugar en la plaza de España, con una ceremonia ficticia y grandilocuente. Los vítores a los nuevos esposos y los cantos vuelven a llenar la plaza y calles adyacentes, mientras que el banquete de bodas consiste en migas y dulces típicos.