1 Abril 2020, 10:54
Actualizado 14 Enero 2021, 03:37

Rubén Morera es un joven de 30 años que compagina su trabajo en Correos con su tarea como alcalde de Cachorrilla, uno de los municipios más pequeños de Extremadura, de solo 82 habitantes, a los que ahora hace la compra una vez en semana para que los vecinos salgan lo menos posible de sus casas y evitar el riesgo de contagio del coronavirus.

Esta localidad cacereña, la cuarta con menos personas censadas de la región, es un claro ejemplo de la España despoblada y envejecida, ya que el alcalde fue el último bebé criado en el pueblo, en el que ahora más del 70 por ciento de sus vecinos son mayores.

Morera, que en realidad nació en el hospital de la vecina Coria, estuvo escolarizado en esta localidad, la más grande de la zona, porque la escuela de su pueblo ya había cerrado.

Desde que empezó el confinamiento obligado por el estado de alarma, acude a Coria una vez en semana a hacer la compra, acompañado por una empleada municipal, pero cada uno en su coche, explica a Efe el regidor, ya que en el pueblo no hay tienda y la venta ambulante dejó de venir por la crisis sanitaria.

El encargo se hace por teléfono, adelantan el dinero para pagar con tarjeta bancaria y a la vuelta entregan el pedido y hacen cuentas. Reconoce que en la primera compra "parecía que se iba a caer el mundo" y en la segunda, más pequeña, se apostó más por la fruta y otros productos perecederos.

Algo parecido ocurre en Ruanes (Cáceres), de 83 habitantes, donde tampoco hay tienda y el único trabajador coge la furgoneta municipal cada dos días y hace la compra en Trujillo, aunque aquí los vecinos pagan por adelantado.

Lo cuenta su alcalde, Pepe Picado, pegado todo el día al teléfono porque el confinamiento le ha pillado en la capital cacereña, ya que, como tantos mayores, es un jubilado de 71 años, combina la ciudad con el pueblo como lugar de residencia y prefiere no moverse para predicar con el ejemplo.

Sin bar, sin instalaciones municipales, sin consulta médica

Aunque la venta ambulante ha desaparecido, de una u otra forma el abastecimiento esta garantizado. En Campillo de Deleitosa, el más pequeño de todos los extremeños, 79 habitantes, según el último padrón, la tienda funciona con normalidad, aunque con las lógicas precauciones, al igual que en Pedroso de Acím (80), pero en Benquerencia (81) el comercio ha pasado a abrir cada dos días y trae productos por encargo, ha apuntado su alcalde, Alberto Buj.

En Pedroso de Acím, que como las anteriores pertenece a la provincia de Cáceres, se hace la compra a algunas personas necesitadas de ello, según su alcalde, Santos Harinero.

El panorama que ha dejado el coronavirus en estos pueblos es el cierre del único bar que hay en todos ellos, lugar de encuentro y entretenimiento de los vecinos, y de las instalaciones municipales, además de ciertas restricciones en la consulta médica, donde prima la llamada previa para la atención, salvo en Campillo de Deleitosa, donde el consultorio funciona con normalidad, indica su alcalde, Fermín Sánchez.

Lo más importante para todos ellos es que hasta el momento de ser consultados por Efe no había ningún caso positivo en sus pueblos, ninguno de los cuales tiene residencia de mayores, lo que alguno considera un alivio a la vista de lo que está ocurriendo.

La comunicación de los vecinos con el ayuntamiento es vía telefónica o whatsapp, que arde estos días, y por lo general cuentan con un trabajador municipal. Es verdad que esta situación ha parado varias contrataciones temporales.

El alcalde de Campillo señala que hace poco ha acabado un trabajador y que iba a a meter a más, pero no está la situación para que haya "mucha gente junta", mientras que el de Benquerencia desvela que los ha mandado a todos a casa, porque es lo mejor. "No se ven ni gatos por el pueblo", comenta Buy sobre la soledad que se respira en la calle.

"¡Estamos hartitos de estar en casa"!

Al escaso vecindario de estos pueblos se unieron los días previos al estado de alarma familias madrileñas o incluso de Barcelona, a las que se conminó a estar las 72 horas de rigor sin salir de casa, con lo que alguna se dio la vuelta al llegar o ni siquiera partieron de la ciudad, caso de Cachorrilla, al desistir del viaje.

"¿Cuánto va a durar esto?", ¿tan malo es?" son algunas de las preguntas más repetidas que les hacen los vecinos, además de comentarios como "¡estamos hartitos de estar en casa!", como ha escuchado el de Ruanes.

Los regidores aseguran que los vecinos se portan bien, pese a que en Pedroso de Acím haya uno que sale "40 veces al día a pasear al perro", y aconsejan no abusar de los telediarios para no desanimarse y atender a la información oficial.

En los pueblos de este tamaño, en los que los alcaldes no cobran en su mayoría y viven de su trabajo o de su pensión, la política es muy peliculiar y los ediles tienen que arremangarse, como en Campillo de Deleitosa, donde ediles y vecinos voluntarios han desinfectado las calles.

Texto: EFE