11 Agosto 2022, 14:26
Actualizado 11 Agosto 2022, 14:26

Se acerca el fin de la primera quincena de agosto y las altas temperaturas siguen sin aflojar. Tampoco hay noticias de lluvias, a las que se les echa de menos desde hace meses. Un contexto que afecta también a los árboles de nuestra comunidad.

Sin embargo, las especies autóctonas como el roble, el castaño o el alcornoque soportan mejor este estrés hídrico que otros árboles introducidos por el hombre como el pino, tan abundante en Las Hurdes, La Vera o Sierra de Gata.

Es la opinión del ingeniero forestal, José Gabriel González, quien reitera esa ecuación maldita. La falta de precipitaciones, el calor y el abandono de nuestros bosques dan como resultado un elevadísimo riesgo de incendios, como los que estamos sufriendo este verano, sobre todo, en el norte de Cáceres. La vegetación propia de Extremadura tiene más capacidad que la alóctona para adaptarse al cambio climático. Los pinares, en cambio, expulsan más resina, lo cual eleva ese peligro de salir ardiendo.

 

El calor y la dehesa

El persistente calor y la ausencia de agua castiga a todos los seres vivos, y las masas arbóreas como la dehesa no son una excepción. Al menos, según José Gabriel González, esta ambiente asfixiante detiene el avance del hongo que causa la seca en los encinares ya que necesitan humedad para seguir proliferando.

En cuanto a los árboles singulares extremeños, este ingeniero forestal aprecia el valor que tienen, pero es partidario de proteger más los bosques que poseemos ya que retienen los pocos recursos hídricos de los que podemos disponer, nos oxigenan y son sumideros de CO2. Los árboles monumentales ya cumplieron su función hace tiempo.