7 Julio 2021, 17:20
Actualizado 7 Julio 2021, 17:20

Tal día como hoy, pero de 1960, fallecía el estadounidense Hugh Hammond Bennet, primer director del Servicio de Conservación del Suelo. Un tipo con carisma que logró que el Gobierno de su país se enfrentara a la denominada “amenaza nacional” de la erosión del suelo y que los campesinos y agricultores tomasen conciencia de la conservación del suelo mediante nuevas técnicas y formas de cultivo que protegiesen los suelos y preservasen su fertilidad. 

Gran parte de su vida laboral se centró en estudios sobre la capacidad productiva y fue un pionero en el tema de la sostenibilidad, tan en boga hoy. Tres años después de la desaparición de Bennet, considerado hoy como el padre de la conservación del suelo, se instauró el Día Mundial de la Conservación del Suelo. 

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Los suelos también son afectados por nuestro modo de vida y, en última instancia, por el Cambio Climático. La deforestación, su uso desequilibrado y el mal empleo de la mecanización son parte de las causas de este detrimento. 

Los suelos reciben a diario ingentes cantidades de contaminantes bien en forma líquida o sólida, principalmente. Las aguas residuales, la escorrentía de los cultivos, los detritus industriales, las partículas tóxicas, los plásticos y las basuras son unos ejemplos. 

El suelo juega un papel fundamental en una gran cantidad de procesos biológicos, químicos y físicos que posibilitan la supervivencia de los seres vivos de la biosfera.

La industria minera genera miles de litros de agua altamente salina; las petroquímicas, las cementaras o las refinerías emiten toneladas de gases contaminantes que, por deposición, tarde o temprano acaban en el suelo; la agricultura arroja kilos y kilos de fertilizantes, además de insecticidas y herbicidas. Sin contar con la contaminación que, indirectamente, realizamos cada uno de nosotros al arrojar por el desagüe el agua con que nos hemos duchado, el que ha usado la lavadora o los restos de medicamentos que expulsamos a través de las heces o de la orina.  

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Evitar la erosión es uno de los objetivos clave para mantener una buena calidad del suelo. Está producida por la fricción del viento o del agua. Si no se actúa de forma eficaz, la degradación del suelo puede llegar a afectar a 1.900 millones de hectáreas nivel global, de las cuales el 65% corresponde a los efectos de la erosión.

Hasta hace relativamente poco, el Hombre apenas había modificado su entorno natural. Sin embargo, desde la llegada de la Revolución Industrial y la mejora de la calidad de vida, los cambios han ido en claro aumento. Se está produciendo lo que podríamos calificar como “una erosión acelerada”

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Con el paso de los siglos, la masa forestal ha ido menguando su tamaño a un ritmo vertiginoso. Entre otras prácticas nocivas para el terreno, la tala de árboles para crear zonas de pasto y cultivo han ido aumentando con el tiempo para hacer frente a las necesidades de un mundo más poblado y más hambriento.

El ser humano mueve un volumen de tierra 10 veces más grande que el que mueven los procesos naturales. 

Afortunadamente, en la actualidad se están invirtiendo cada vez más recursos en el desarrollo de sistemas que permitan una actuación sobre la cobertura vegetal menos invasiva.

En España la situación no es muy distinta a la del resto del mundo. Organizaciones ecologistas como Amigos de la Tierra y Greenpeace avisan que el 75% de nuestro país sufre el riesgo de desertificación y reclaman el establecimiento de políticas y de acciones que permitan regenerar la fertilidad de los suelos. 

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El pasado 17 de junio se celebró el Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. El lema fue “Restauración. Tierras. Recuperación” y sobre él giraban distintas propuestas para solventar los problemas a los que nos enfrentamos. Los métodos biointensivos de cultivo pueden ser una solución. Desde hace dos años España es uno de los países pioneros en cultivar en el menor espacio posible con el mayor rendimiento posible. Con esta técnica sería posible regenerar el suelo 60 veces más rápido que la propia naturaleza y el rendimiento puede ser hasta 2,5 veces más alto que el tradicional

Además, teniendo en cuenta que, según las proyecciones de cambio climático, las sequías serán cada vez más severas en la península, esta técnica es una estupenda herramienta para economizar el consumo de agua
 

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