Que las temperaturas veraniegas llegan cada vez más temprano y se marchan cada vez más tarde, es una impresión que se ha sido comprobada y contrastada por numerosos climatólogos. Hace un par de días ha salido a luz un nuevo estudio que indica que la estación estival podría alargarse hasta ocupar medio año a finales de siglo si no ponemos freno a las emisiones de gases contaminantes.
Así lo afirma Yuping Guan, del Instituto Oceanográfico del Sur de China, autor principal del trabajo en colaboración con otros siete (varios de ellos australianos) en la revista Geophysical Research Letters.
"Los veranos son cada vez más largos y calurosos, mientras que los inviernos son más cortos y cálidos debido al calentamiento global", dijo Yuping Guan
El método de trabajo ha sido el siguiente: tomaron las temperaturas medias diarias del Hemisferio norte en los años 1952 a 2011 del Centro Hadley y del MetOffice (la Aemet del Reino Unido). Definieron su invierno como el periodo en el cual las temperaturas estuviesen entre el 25% de las más bajas (el percentil 25, de estadística) y que su verano sería cuando estuviesen entre el 25% de las más altas (el percentil 75). La primavera y el otoño estarían en la transición de ambas (evidentemente, invierno-verano para la primera; verano-invierno para la segunda).
Los resultados han sido los siguientes. El verano ha aumentado 17 días (de 78 en 1952 a 95 en 2011), mientras que el invierno se ha reducido 3 días (de 76 a 73 en ese periodo). En cuanto a las estaciones intermedias, ambas se han contraído: 9 días para la primavera (de 124 a 115) y 5 para el otoño (de 87 a 82).
Donde más se han observado estos cambios han sido la zona del Mediterráneo y la Meseta Tibetana.
Mirando al futuro, los científicos han visto que hacia 2050 el verano podría llegar a durar cuatro meses y los inviernos tendrían menos de dos por término medio en el Hemisferio Norte. Esta tendencia aumentaría a finales de siglo hasta alcanzar un verano de 5 meses y medio y un invierno de poco más de un mes.
No hay duda de que estos cambios alterarían claramente flora y fauna de las latitudes medias, con periodos de foliación y de florecimiento demasiado tempranos después de pocas semanas de descanso invernal. Estos impactos alcanzarían la agricultura, la ganadería y la salud humana con un aumento de pólenes y de transmisión de enfermedades por insectos como los mosquitos.
"Numerosos estudios ya han demostrado que los cambios de estación causan riesgos ambientales y de salud significativos", dijo Guan.
También cambios en los patrones climáticos, con intrusiones de aire frío fuera de temporada y episodios de calor más intensos.
