1 Agosto 2020, 17:00
Actualizado 2 Agosto 2020, 12:25

A Selenia, la protagonista de la Cistellaria, de Plauto, la abandonaron en una cestita, una cistella. La recogió una meretriz. Con sus enredos, sus historias de amor, sus plebeyos y sus ricos, Plauto compuso una de sus primeras obras. Se estrenó en el año 203 a.C. y ha llegado hasta nuestros días, lo que siempre nos parece un milagro absoluto, aunque haya llegado incompleta. 

No importa mucho: cada adaptador o versionador y cada director luego componen su propia obra. 

En este caso, inauguramos el teatro de Emérita Augusta el año 15 antes de nuestra era con la obra Cistellaria y han traído de Roma a Plauto. Plauto murió en el 184 a.C. pero qué importa: el teatro lo admite todo. Hay hasta un borracho en la obra. Viva Baco. Viva Dioniso. Vivan las uvas de la tierra de Barros. 

Pero nos estamos yendo, con la emoción. Este señor es Plauto.

Grabado de Plauto
Grabado de Plauto

 

Y, además de escribir Anfitrión, la Aulularia, la Mostellaria, Los dos Menecmos y muchas otras que inspiraron a Regnard, Shakespeare y Molière, creó personajes tan deliciosos como Selenia o Gimnasia o Alcesimarco o Auxilio. 

¿Fue Selenia el primer personaje de la literatura o de la historia o de ambas abandonado en una cestita? 

No.

El primero (que sepamos) es Sargón de Acad, el fundador del imperio acadio. Él:

Sargón de Acad
Escultura de Sargón de Acad

Abarcó desde una parte de Mesopotamia hasta parte de Anatolia. Su capital fue Acad, también conocida como Akkad o Agadé.  Es la única gran ciudad real mesopotámica cuyo emplazamiento aún desconocemos. Su madre, una suma sacerdotisa, le dejó en una cesta de junco y, con betún, le selló la tapa. Lo dice un texto asirio varios siglos después. 

Su historia es muy interesante y mucho más desconocida que la de quien es, sin duda, el paradigma de niño abandonado en una cestita.

Moisés hace manar agua de la roca. Tintoretto.
Moisés hace manar agua de la roca. Tintoretto.

De hecho, en nuestra cultura, una cestita que sirve como una cuna es un moisés. 

Judíos, cristianos y musulmanes tienen en Moisés a una figura de referencia. Para los primeros es el profeta más importante porque liberó al pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto y porque les entregó las leyes escrita y oral. Para los cristianos y los judíos, es el autor del Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Para los musulmanes, es el mensajero enviado al pueblo de Israel y el único en haber escuchado a Dios directamente. Para los que tenemos una edad, Moisés tiene la cara de Charlton Heston.

Y Perseo esta:

Perseo de Cellini. Foto: Olga Ayuso
Perseo de Cellini. Foto: Olga Ayuso

Lo de Perseo, el pobre mío, más que un abandono fue un intento de asesinato. Un oráculo había anunciado a Acrisio, el rey de Argos, que moriría a manos de su nieto. Encierra a su hija Dánae en una torre para que no conozca a ningún varón, pero no cuenta con que Zeus caería sobre ella en forma de lluvia de oro (eran así de finos, los griegos) y nace Perseo. Acrisio los mete a ambos en un cofre de madera y los echa al río. El resto es historia, Medusa incluida.

Pero estamos en Mérida porque hablamos del Festival de Teatro Clásico de Mérida. Qué sería de Mérida sin su Loba Capitolina, el lugar en el que queda todo el mundo cuando... cuando cualquier cosa. "Nos vemos en la loba", "Te recojo en la loba". 

Loba capitolina de Mérida, con Rómulo y Remo
Loba capitolina de Mérida, con Rómulo y Remo.

A Rómulo y Remo los abandonaron en el río Tíber porque el hombre encargado de asesinarlos sintió pena, como el cazador de Blancanieves. Es otra de estas historias de "vamos a matar a todos los descendientes de mi hermano para que yo pueda ocupar el trono legítimamente", pero "huy, no contábamos con un dios". Marte sedujo a Rea Silvia, que tuvo gemelos a los que acabaría amamantando una loba. Uno de ellos, Rómulo, fundó Roma. Y Roma le regaló esta Loba a la que fuera capital de su Lusitania.

No, no son pocos los personajes históricos, de cuentos o míticos que acabaron en un capazo entre los juncos de un río arrastrados por la corriente, pero que, cuando crecieron, fueron capaces de transformar la historia. Como Plauto mismo con sus comedias.

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